Anatomía de un haiku "estela"
Publicado: 26 Abr 2012, 22:10
Continuamos en esta sección Anatomía de un Haiku con uno de la compañera estela, que publicó en diciembre del año pasado.
El haiku es:
Acantilados.
Se desliza la sombra
de un cormorán.
En sus propias palabras, estela nos dice de este haiku:
Junto a mi marido y las dos niñas elegimos veranear en Cudillero, un pueblecito encantador de Asturias anclado en una empinada ladera junto al mar. En una de las salidas nos acercamos hasta el faro del cabo Peñas, donde quedamos impresionados ante los imponentes acantilados de hasta 100 metros de altura. La gran pendiente abrupta y la inmensidad del océano hacían de aquel paraje un lugar para la contemplación. La brisa marina mecía las flores del brezo a nuestros pies, mientras las olas rompían con furor a los pies de los acantilados. Un sol tibio brillaba sobre la espuma blanca y, también, sobre un ave negra que descendía a su nido construido en el acantilado. En ese instante su sombra se deslizaba suavemente por la pared rocosa. Todo era vida: el sol, la brisa, el mar, el ave... y hasta su delicada sombra en movimiento sobre algo firme como una roca.
El ave negra, un cormorán. Allí mismo escribí el haiku en el reverso de un ticket. Ya lo pasaría a limpio. Lo importante era que el haiku ya estaba escrito. Lo releí por la noche y me gustó. No hizo falta retocarlo. Pasado un tiempo lo publiqué en este foro y también agradó al así expresarlo los compañeros. Es una satisfacción comprobar que el instante haiku es transmitido, que llega al lector, siendo así una muestra de que el intento de haiku no ha sido fallido. Y no es poco.
Mi interés por el haiku es reciente. Hará poco más de dos años cayó en mis manos una recopilación de haikus y quedé maravillada. Desde entonces me cautivó y comencé a leer a los clásicos, libros de Vicente Haya –entre otros- y consultar su blog, y me introduje en los foros, imprescindibles, de los que continuamente estoy aprendiendo. No obstante, a nivel personal considero muy necesaria la figura de un maestro; y en los foros, más comentarios de expertos en haiku. Agradezco de corazón la ayuda inestimable de quienes, hasta ahora, me han orientado a saber lo que es un buen haiku.
En primer lugar aclararles que el análisis inicial fue previo al relato que estela nos hace sobre su haiku.
Este es un haiku cuya estructura externa se ajusta a la métrica clásica de tres versos de 5, 7 y 5 sílabas.
No sé si cormorán es kigo de estación, pero sí que este haiku expresa con claridad el “aquí y ahora” más allá de la época del año.
El kire está presente al final del primer verso, separando así a los dos restantes que develaran lo que sucede en ese lugar plasmado en el primero. Solo al final del tercer verso se descubrirá el misterio, esa sombra que atraviesa el acantilado es la de un cormorán.
Es un haiku plenamente visual, que remite a un silencio no explicitado. Al menos parecería que la mirada superó en ese instante a lo percibido por el oído. Muy sugerente.
Estamos en presencia de un acantilado, alto, de pie ante el inmerso mar, rígido, oscuro…
El cormorán no aparece en la escena, sólo está ahí su sombra. Una sombra que no vuela, no aletea, no se zambulle, solo se desplaza. Un movimiento etéreo que irrumpe sobre la rigidez del acantilado generando un contraste bien marcado entre esa rigidez del acantilado y el sutil desplazamiento de la sombra.
Toda la escena flota, está en el aire, no hay suelo ni cielo. Es un transcurrir en un plano aéreo otorgándole un haimi especial, se siente como se desliza la mirada junto a la sombra.
Aún no he podido definir si este haiku es un haiku de lo sagrado o uno descriptivo. Aunque me inclino más por el primero.
Tal como Grego propuso en el haiku anterior, los animo a continuar con los comentarios para que podamos aprender con el comentario de otros.
El haiku es:
Acantilados.
Se desliza la sombra
de un cormorán.
En sus propias palabras, estela nos dice de este haiku:
Junto a mi marido y las dos niñas elegimos veranear en Cudillero, un pueblecito encantador de Asturias anclado en una empinada ladera junto al mar. En una de las salidas nos acercamos hasta el faro del cabo Peñas, donde quedamos impresionados ante los imponentes acantilados de hasta 100 metros de altura. La gran pendiente abrupta y la inmensidad del océano hacían de aquel paraje un lugar para la contemplación. La brisa marina mecía las flores del brezo a nuestros pies, mientras las olas rompían con furor a los pies de los acantilados. Un sol tibio brillaba sobre la espuma blanca y, también, sobre un ave negra que descendía a su nido construido en el acantilado. En ese instante su sombra se deslizaba suavemente por la pared rocosa. Todo era vida: el sol, la brisa, el mar, el ave... y hasta su delicada sombra en movimiento sobre algo firme como una roca.
El ave negra, un cormorán. Allí mismo escribí el haiku en el reverso de un ticket. Ya lo pasaría a limpio. Lo importante era que el haiku ya estaba escrito. Lo releí por la noche y me gustó. No hizo falta retocarlo. Pasado un tiempo lo publiqué en este foro y también agradó al así expresarlo los compañeros. Es una satisfacción comprobar que el instante haiku es transmitido, que llega al lector, siendo así una muestra de que el intento de haiku no ha sido fallido. Y no es poco.
Mi interés por el haiku es reciente. Hará poco más de dos años cayó en mis manos una recopilación de haikus y quedé maravillada. Desde entonces me cautivó y comencé a leer a los clásicos, libros de Vicente Haya –entre otros- y consultar su blog, y me introduje en los foros, imprescindibles, de los que continuamente estoy aprendiendo. No obstante, a nivel personal considero muy necesaria la figura de un maestro; y en los foros, más comentarios de expertos en haiku. Agradezco de corazón la ayuda inestimable de quienes, hasta ahora, me han orientado a saber lo que es un buen haiku.
En primer lugar aclararles que el análisis inicial fue previo al relato que estela nos hace sobre su haiku.
Este es un haiku cuya estructura externa se ajusta a la métrica clásica de tres versos de 5, 7 y 5 sílabas.
No sé si cormorán es kigo de estación, pero sí que este haiku expresa con claridad el “aquí y ahora” más allá de la época del año.
El kire está presente al final del primer verso, separando así a los dos restantes que develaran lo que sucede en ese lugar plasmado en el primero. Solo al final del tercer verso se descubrirá el misterio, esa sombra que atraviesa el acantilado es la de un cormorán.
Es un haiku plenamente visual, que remite a un silencio no explicitado. Al menos parecería que la mirada superó en ese instante a lo percibido por el oído. Muy sugerente.
Estamos en presencia de un acantilado, alto, de pie ante el inmerso mar, rígido, oscuro…
El cormorán no aparece en la escena, sólo está ahí su sombra. Una sombra que no vuela, no aletea, no se zambulle, solo se desplaza. Un movimiento etéreo que irrumpe sobre la rigidez del acantilado generando un contraste bien marcado entre esa rigidez del acantilado y el sutil desplazamiento de la sombra.
Toda la escena flota, está en el aire, no hay suelo ni cielo. Es un transcurrir en un plano aéreo otorgándole un haimi especial, se siente como se desliza la mirada junto a la sombra.
Aún no he podido definir si este haiku es un haiku de lo sagrado o uno descriptivo. Aunque me inclino más por el primero.
Tal como Grego propuso en el haiku anterior, los animo a continuar con los comentarios para que podamos aprender con el comentario de otros.