MANOS VIVIENTES
(1) te wo tsuite / uta mooshi-aguru / kawazu kana .............................................Sookan
Posa en tierra sus manos, / y así recita un canto: / rana que croa.
(2) doo no hae / juzu suru hito no / te wo maneru ..............................................Issa
Moscas del templo: / imitan con sus manos / a los que rezan.
Las traducciones son mías.
El haiku de Sookan lo trae Blyth como un ejemplo de "personificación", y es cierto que existe esa figura y es operativa, pero creo que el citado autor se queda ahí algo corto. Hay también un aprecio por la canción -"uta" (3)- que es a su vez el "tanka" o "waka": la canción japonesa por antonomasia. La rana cantora llama naturalmente la atención de Sookan, pero es una rana dedicada fervientemente al canto, y podemos decir -por la mención de "uta"- que también es una rana poeta en cierto modo.
Si alguna vez nos cansamos del haiku, volvamos la mirada -como hizo Sookan- a esa rana que croa poemas, y aprendamos de su fervor. Mientras mantiene las manitas apoyadas en el suelo estará cantando; y no nadando, ni saltando, ni zambulléndose en el agua.
El segundo "ejemplo" -en todo el sentido de esta palabra- lo he tomado de Issa. Se trata de unas moscas que el haijin vio en el "doo" (4) o nave principal de un templo budista. Allí se encuentran fieles rezando el rosario budista, y parece que cada mosca ha aprendido de ellos y se entrega a ratos, como quien más, a ese mismo quehacer: frota sus manos, una contra la otra, en ese gesto tan típico que, dado el caso, parece ser imitación del más devoto fiel budista.
Sin rosario -a veces las personas también contamos con los dedos- las moscas se dedican a "pasar cuentas" de una ideal sarta de oraciones. Frente a algún que otro budista soñoliento, o algún curioso viajero desocupado -precedente de los turistas- que se encuentre en el "doo", la mosca enseña con su gesto a aplicarse a orar.
Circula por ahí una historia apócrifa del rey David; según la cual dicho rey se encontró en el campo con un ruiseñor silvestre, y le dijo:
-Mira: he tenido una gran idea: voy a dedicarme a escribir unos salmos, que se pueden cantar, hasta hacer un libro entero con ellos.
-¿Para qué? -le respondió el ruiseñor.
-Para cantarle a la divinidad que nos da la vida -informó el rey.
-¿Y eso es tan nuevo? -replicó el ruiseñor. -Es lo que yo hago todos los días.
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Si vemos una mosca que se frota las manos, o escuchamos a una rana croando, pensemos entonces si no estarán orando y enseñándonos a orar, mediante un simple canto de gratitud.Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala. Universidad de Sevilla